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La convivencia y el diálogo social en tiempos de polarización
26 de octubre de 2025

Vivimos una época en la que la velocidad de la información y la intensidad del debate público parecen haber erosionado la calma necesaria para comprendernos. La sociedad argentina, como tantas otras, se enfrenta al desafío de convivir en medio de diferencias políticas, culturales y generacionales que a veces parecen irreconciliables. Sin embargo, detrás del ruido y la tensión, persiste una verdad sencilla: el diálogo sigue siendo el camino más sólido hacia cualquier forma de entendimiento.

La polarización no nació con las redes ni con los medios digitales, pero encontró en ellos un amplificador poderoso. Las opiniones se multiplican, los mensajes se acortan y las conversaciones se fragmentan. Cada grupo busca reafirmar su mirada, mientras el espacio para la escucha se reduce. Pero una democracia madura no se mide por cuán fuerte grita cada parte, sino por su capacidad de escuchar y de convivir con el disenso.

En la Argentina, la convivencia ha sido una construcción colectiva y dinámica. En los momentos más difíciles de nuestra historia, siempre hubo voces que apostaron por la unidad, por tender puentes entre las diferencias y por anteponer el bien común a las divisiones. Hoy, esa vocación de encuentro necesita renovarse con la misma convicción.

El diálogo no implica renunciar a las ideas ni diluir los desacuerdos. Implica reconocer al otro como legítimo portador de una mirada distinta. Es la base del respeto y la condición para cualquier proyecto social sostenible. Sin diálogo no hay comunidad, solo fragmentos que compiten por imponerse.

La educación, la cultura y los medios tienen un papel decisivo en este proceso. Educar en el respeto, promover la empatía y difundir ejemplos de convivencia son tareas tan importantes como enseñar matemáticas o historia. Una sociedad que aprende a escuchar forma ciudadanos más libres, más críticos y más solidarios.

También la vida cotidiana ofrece escenarios para reconstruir el diálogo. En el trabajo, en la escuela, en la familia o en la calle, las pequeñas conversaciones definen el clima colectivo. Escuchar sin prejuicio, comprender sin imponer y dialogar sin gritar son gestos simples que pueden transformar el ánimo social.

La empatía es una forma de inteligencia: nos permite entender que las realidades de los demás también son válidas. Recuperar esa sensibilidad es una tarea urgente en un tiempo donde la desconfianza parece haberse naturalizado. Las sociedades más fuertes no son las que piensan igual, sino las que aprenden a convivir con sus diferencias.

El futuro de la convivencia argentina dependerá de nuestra capacidad para reconocer que la pluralidad no es una amenaza, sino una riqueza. La diversidad de opiniones, de culturas y de experiencias es el motor de la creatividad social. Cuando se pierde la posibilidad de diálogo, se pierde también la posibilidad de construir.

En La Voz Actual creemos que el país necesita menos monólogos y más encuentros. Que el verdadero progreso no se logra a través del enfrentamiento, sino de la cooperación. Y que la paz social no se decreta: se construye, palabra a palabra, gesto a gesto.

Porque al final, convivir no es estar de acuerdo en todo, sino aprender a compartir un mismo espacio con respeto, con esperanza y con la certeza de que, a pesar de las diferencias, todos queremos lo mismo: vivir en un país donde el diálogo vuelva a ser la base de nuestra fuerza colectiva.


Octavio Chaparro
(lavozactual.com)

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